Bronchales

En esta localidad se conocen gran número de hábitats de los diferentes momentos prehistóricos dispersos a lo largo de su término municipal. Quizás el más conocido sea el asentamiento romano del Endrinal, ya que se trata de un alfar donde se realizaron interesantes hallazgos de moldes de terra sigillata.

El término municipal de Bronchales está repartido entre dos grandes unidades de relieve. Por una parte, el sector norte abarca un retazo amplio de afloramiento de calizas del Jurásico, bien niveladas por las superficies de erosión y con un gran desarrollo de dolinas, aquí denominadas «celadas». Estas depresiones forman un gran campo con gran densidad de estas formas, que se conoce en los trabajos de geomorfología como los Llanos de Pozondón. En las cercanías de la ermita de los Santos de la Piedra, en la zona conocida como Las Celadas, se puede acceder fácilmente a uno de los puntos más interesantes, con tres grandes dolinas en embudo y una dolina en pozo instaladas sobre una estructura sinclinal arrasada por la erosión. Entre ellas, la dolina en pozo es la más curiosa, ya que son muy escasas las de este tipo en la Cordillera Ibérica. Presenta paredes verticales, con restos de desprendimientos recientes que permiten su acceso hasta el fondo. Tiene unos 40 m de profundidad y en su interior, formado por grandes bloques caídos de la pared existe una conexión con la red subterránea mediante una estrecha galería.

Lugares de Interés

A comienzos del siglo XVII se construyó la iglesia de la Asunción. En 1617 se le pagó al obrero de villa Juan de Ezpeleta por la cubrición de las naves, además de la realización del coro y la torre. La iglesia repite el tipo habitual en la zona durante el siglo XVI: nave única cubierta con bóvedas de crucería estrellada con capillas entre los contrafuertes y cabecera poligonal. Las bóvedas de crucería estrelladas realizadas por Juan de Ezpeleta únicamente se mantienen en la nave, ya que las capillas fueron paulatinamente renovadas a lo largo del siglo XVII y se cubren con cúpulas. La torre cuadrada a los pies sí que es la construida por dicho obrero de villa. En cambio la portada con su austero clasicismo es, sin duda, posterior.

Esta iglesia vino a sustituir a la anterior de origen medieval, que actualmente se utiliza como ermita. La ermita de Santa Bárbara se alza sobre el pueblo junto al cementerio. Aunque transformada, mantiene el tipo medieval característico, con su única nave rectangular cubierta con techumbre de madera. La presencia de la torre cuadrada, a los pies, testimonia su origen parroquial.

Dentro del caserío, en las proximidades de la anterior ermita, se encuentra la ermita de San Antonio, muy sencilla, con su planta rectangular cubierta a cuatro aguas.

A la salida del pueblo en dirección a Monterde se halla la ermita de San Roque, de planta rectangular y con una original techumbre de madera.

En esa misma dirección, sobre un altozano en la partida de La Jara, se localiza la ermita de San Cristóbal. Es un sencillo templo de nave única cubierto a cuatro aguas. Su culto está vinculado a la población dispersa de esa zona.

Las fiestas patronales se celebran del 14 al 19 de agosto para honrar a Nuestra Señora de la Asunción y a San Roque. La tradición de la sopeta, con más de cincuenta años de vida, protagoniza la tarde del día 16: las peñas del pueblo y los forasteros, en su mayoría valencianos, se reúnen en la plaza conocida como «de la Sopeta», donde el Ayuntamiento reparte vino, en teoría para remojar la merienda, que se lanza en una singular batalla festiva donde el «bañarse» literalmente en él constituirá el resultado del evento. En su origen consistía precisamente en una merienda de hermandad donde se daba cuenta de las tortas y algunos huevos que se llevaban de casa junto con el vino que allí se repartía, y la palabra sopeta designaba a esa mezcla de azúcar, vino y torta.

Los festejos taurinos son característicos en toda la sierra. Por la mañana, en el encierro, se sale con jinetes a caballo en busca de los novillos que serán lidiados por la tarde y que se hallan en el Puerto de Orihuela. Se bajan por el monte a pie hasta la plaza de toros, donde la gente del lugar salta al albero, hace recortes y juega con ellos intentando que su entrada en toriles se retrase lo más posible. También se sueltan vaquillas.

Tras las fiestas patronales se inician las de la colonia valenciana en honor a la Virgen de los Desamparados, que cuenta con un altar en la parroquial, con reinas y damas que convidan al pueblo luciendo costosos trajes para la ocasión.

La Semana Santa concentra en el Domingo de Resurrección sus dos tradiciones más peculiares. Durante la madrugada se colocan las llamadas aleluyas en la plaza de la Fuente, que consisten en carteles elaborados fundamentalmente por los jóvenes donde se critican con chanza sucesos curiosos, anécdotas y hechos que hayan acaecido en el pueblo durante el último año, además de a personas públicas e instituciones, pero siempre con socarronería graciosa. Al hacerse de día comienza la procesión de la Virgen de las Palomicas: de la ermita de San Roque sale el Niño, que se encuentra con la Virgen en la entrada del pueblo; allí las banderas que acompañan a cada imagen se harán reverencias y del manto de la Virgen saldrán palomas, lo que constituye una imagen plástica de gran belleza.

En febrero el carnaval continúa reuniendo a algunos jóvenes que, con las manos tiznadas, ensucian la cara a los vecinos y les tiran harina.

Al igual que en otros lugares de la Comarca de la Sierra de Albarracín, se ha recuperado con intención turística y festiva el canto de los mayos al llegar el 30 de abril. Esta compleja tradición, cuyo desarrollo se alargaba hasta el día de San Juan en junio, ahora se limita en sus manifestaciones: los mozos o mayos sortean a las mozas o mayas y las rondarán por la noche cantándoles coplillas que exaltan su belleza.

Ayuntamiento de Bronchales

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