Presentación

El paisaje de Guadalaviar está dominado por la imponente presencia de la Muela de San Juan, si bien el término municipal abarca solamente su parte más suroccidental. Este relieve es el resultado de la evolución de una estructura sinclinal en materiales del Cretácico superior y que ha quedado en posición colgada, tanto sobre el río y el Navazo de Griegos como sobre Guadalaviar. Un gran escarpe continuo de calizas y dolomías de 200-250 m de espesor se alinea de noroeste a sureste con una gran vistosidad; sobre él se inicia una superficie cubierta de pinares que se prolonga hacia el término de Griegos, que debido a su composición calcárea ha sufrido también los procesos de formación de dolinas en embudo, de gran tamaño. En este escarpe se sitúa el nacimiento del río Guadalaviar.

La parte suroeste de este municipio abarca hasta la gran alineación que lo limita con el valle del alto Tajo, que alcanza altitudes de 1.841 m (La Cebadilla) y 1.825 m (Los Malenes). Una amplia depresión o nava se extiende paralela a esta alineación caliza y al escarpe de San Juan. Se trata de un polje, es decir una depresión fluvio-kárstica con fondo plano, de drenaje totalmente dirigido hacia el Tajo y con la superficie cubierta de arcillas resultantes de los procesos de descalcificación. Esta nava, de unos 10 km de longitud, forma parte del conjunto de poljes que se extiende por Guadalaviar, Villar del Cobo y Frías de Albarracín, y son áreas de importante absorción de agua. El paisaje vegetal dominante en el término sigue la tónica de la Sierra de Albarracín, con un dominio de los pinares albares, aunque en las cercanías del núcleo de población se puede contemplar uno de los sabinares adehesados más bonitos de la provincia.

Lugares de Interés

La iglesia de Santiago el Mayor pertenece al tipo de transición entre las iglesias de una nave con capillas laterales y las de tres naves propiamente dichas, al presentar las capillas laterales comunicadas entre sí. Como obra del siglo XVII, se cubre la nave con bóveda de medio cañón con lunetos, decorados con rocalla, y las capillas con bóveda vaída. La torre, a los pies, remata sus dos cuerpos cuadrados con uno octogonal. La portada aúna un modelo barroco con elementos decorativos no muy elaborados.

De notable interés etnológico es la curiosa plaza de toros excavada en la roca, fruto al parecer de una reconstrucción del anterior coso.

La Sierra de Albarracín es zona de tradición ganadera y uno de los últimos reductos de la trashumancia. A finales de octubre o primeros de noviembre se viene celebrando, aunque no regularmente todos los años, la recuperada fiesta de los pastores en Guadalaviar, donde la ganadería de reses bravas de Hijos de D. Vicente Mora cada año traslada su ganado a Jaén por la Cañada Real conquense, al igual que la de Alicia Chico desde Orihuela del Tremedal, buscando los pastos de invierno. En esta fiesta de despedida, concebida en origen como un rito de separación, se degustan platos típicos de la gastronomía pastoril y se realizan concursos de habilidades pastoriles.

En las fiestas patronales celebradas del 24 al 29 de julio en honor a Santiago Apóstol y Santa Ana, el Día del toro (28 de julio) reúne las tradiciones más significativas. A primera hora de la mañana, a la salida del sol, mozos y mozas salen a «pedir la torta» por las casas a pie o a caballo acompañados por música. Ese mismo día los clavarios realizan el bandeo, una exhibición con la bandera a la que voltean entre la algarabía de la multitud que tira petardos para animarles. No obstante, el encierro es el espectáculo más esperado: desde los montes cercanos se traen con caballos los novillos que se lidian por la tarde; a medio camino se hace un alto para almorzar un plato típico de la gastronomía serrana y pastoril, los gazpachos, elaborado a base de patata e hígado de cerdo cocido acompañado con tortas finas de pan, y alrededor de mediodía entran los astados en la plaza de toros que, inaugurada en 1961, cuenta con un aforo de 1.500 personas sentadas y una ladera que puede acoger a muchas más. Numerosos aficionados se atreven a bajar al ruedo y correr los toros intentando retrasar su entrada en toriles. La carne de un animal se guisa para ser compartida por todos los vecinos en una merienda, y la enraizada tradición taurina se manifiesta una vez más en la donación que hace el Ayuntamiento a los mozos de unos «pimpollos», árboles que venden para comprar una vaquilla que es toreada por todos tras la novillada.

La fiesta con mayor atractivo turístico del lugar es el canto de los mayos la noche del 30 de abril. Esta antiquísima tradición, propia de la Sierra de Albarracín, se ha ido perdiendo debido al cambio social experimentado en los últimos treinta años y al éxodo rural que le acompañó, pero Guadalaviar la ha conservado con bastante fidelidad aunque haya sustituido su intención primera, como rito favorecedor del matrimonio entre miembros de la misma comunidad, por otra destinada a atraer al visitante. Los mozos o mayos se reúnen y se procede al sorteo de las mozas o mayas, acto seguido se inicia la ronda por las calles y se visitan las casas de las mayas, frente a las cuales se canta el «mayo», coplas que idealizan la belleza femenina y que finalizan con la estrofa en la que se desvela el nombre del mozo que «le ha caído en suerte» a la moza. Sin embargo, en Guadalaviar se mantiene todavía la posibilidad de «echar el alto» antes de que se revele su identidad y de que otros mozos interesados puedan pujar por la maya que está siendo rondada. Con el dinero obtenido todos juntos, mozos y mozas comparten una merienda.

Por último, merece destacarse el 8 de diciembre cuando se festeja a la Virgen del Cubo con una gran hoguera en la plaza.