Está ubicado en pleno valle del río Guadalaviar, en una vega amplia, abierta a partir de materiales blandos del Triásico superior (Keuper) y de los esquistos y pizarras paleozoicos del borde sur del macizo del Tremedal. Hay que destacar el paisaje de tonos oscuros de las pizarras del Ordovícico-Silúrico («carboneras»), con abundantes graptolitos, existentes al noreste de la localidad y los relieves del rodeno en las inmediaciones del pueblo.

En el Cerro de la Corte, cerca de Torres, se explotaron a mitad del siglo pasado los cobres grises existentes en las cuarcitas, destacando la mina de la Santísima Trinidad. Pueden observarse en algunos puntos escombreras con restos de mineral de hierro procedentes de las antiguas minas que explotaban de forma rudimentaria las costras limoníticas en el contacto del Silúrico con las arteniscas triásicas, que favorecieron la existencia de una artesanía de la forja de una gran importancia.
Los pinares constituyen las formaciones vegetales más importantes del término, donde en ocasiones aparecen mezcladas las especies, aunque los rodales más característicos son de pino silvestre.

Varios hallazgos arqueológicos realizados en esta localidad remiten a su pasado romano, como son el poblado de época ibérica de Los Villares o el asentamiento de época romana imperial de El Terminillo, además de un fragmento de placa funeraria, quizás relacionado con este poblado.

La iglesia de San Miguel, obra del siglo XVII, se distribuye en tres naves, cubierta la central con bóveda de arista en las laterales. La torre, a los pies, es de tres cuerpos, cuadrados los dos inferiores y octogonal el superior. En el interior destaca el antepecho de forja en el coro.

En su morfología urbana destaca la casona Villarejo con su sólido volumen y las rejerías modernistas de la plaza de Abajo, fruto de la importante herrería que estuvo asentada en esta localidad.

La ermita de San Bartolomé de una nave cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos, se construyó en el siglo XVIII, aunque su decoración pictórica es algo posterior.

El ritual de los mayos se ha celebrado cada primavera, durante centurias, en la sierra de Albarracín. Sin embargo, el cambio social sufrido en los últimos años y el éxodo rural que le acompañó han transformado el carácter primigenio de esta fiesta en aquellos pueblos en que todavía pervive. La intención de favorecer la endogamia local, matrimonios entre jóvenes de la misma localidad, se ha sustituido por una representación vacía del contenido original pero atractiva como manifestación folklórica. No obstante, Torres es, junto con Guadalaviar, la población que más se ajusta a la tradición, aunque ahora pasa por una crisis debido a la falta de habitantes. La noche del 30 de abril los mozos solteros o mayos, incluyendo los amigos que vienen de fuera, se reúnen para cenar, tras lo cual comienza la subasta: primero cada uno coge una papeleta, donde están los nombres de todas las mozas, incluida la Virgen, y antes de abrirla se hace la primera puja, después, al conocer los nombres, si a alguien le interesa más alguna moza puja más y se la queda de maya. Ninguna moza se queda sin mayo y la Virgen se la quedan siempre los quintos, que tienen que dar más de lo que se ha dado por ninguna otra maya. Ya de madrugada se sale a cantar los mayos, primero a la Virgen en la iglesia o en la plaza y después a las casas de las mayas. Al día siguiente el mayo da los buenos días a su maya y ésta le invita a pastas. Con el dinero recaudado todos juntos harán una comida.

Las fiesta de la patrona, la Virgen del Carmen, tienen lugar el fin de semana más cercano al 16 de julio y el toro es el protagonista indiscutible de la celebración: encierro por la mañana, cerrando una calle por donde la gente corre las vacas hasta la plaza de toros situada dentro del pueblo. Por la tarde vaquillas, toreadas por los vecinos, y toro embolado por la noche, que aunque más propio de los pueblos de la cuenca del río Mijares, se celebra también en alguna localidad de la sierra de Albarracín. Por último, la carne de uno de los animales, pagado a partes iguales por los «socios» (todos los hombres del pueblo) sirve para estrechar las relaciones sociales de los vecinos en una comida común al día siguiente.
La gente joven sigue saliendo por las calles a «recoger la torta» la mañana del día dedicado al toro, que sirve para degustar una gran chocolatada antes de que lleguen las vacas y se corra el encierro.

También se festeja San Miguel el fin de semana más cercano al 29 de septiembre, y San Roque el 16 de agosto, yendo a su ermita a las siete de la mañana cantando los gozos para traer la imagen al pueblo.

Los habitantes de Torres de Albarracín peregrinan a la Virgen de los Dolores de Royuela en agosto, y no es raro ver a penitentes descalzos por el camino del monte en cumplimiento de alguna promesa, como también se observan en la procesión de la Virgen del Carmen en julio.

Las hogueras son tradicionales para Santa Águeda y San Antón, en cuyo día, 17 de enero, se va a dar vueltas a su peirón con los animales domésticos con el fin de bendecirlos.